Transporte de obras de arte: cómo Hasenkamp transportó la maqueta del «Bremen IV» a través de la ciudad del mismo nombre

Economía y logística

El viaje inaugural.

¡Adiós al museo de ultramar! La maqueta del «Bremen IV» abandona su puerto de origen. Este es el trabajo perfecto para Hasenkamp —una de las agencias de transporte de obras de arte más renombradas del mundo— y el Atego.

Tiempo récord. En tan solo cuatro horas, la maqueta del «Bremen IV» atraviesa la ciudad hanseática del mismo nombre. Ayudantes del récord: los hombres de Hasenkamp.
Tiempo récord. En tan solo cuatro horas, la maqueta del «Bremen IV» atraviesa la ciudad hanseática del mismo nombre. Ayudantes del récord: los hombres de Hasenkamp.

El «Bremen IV» solo tardó cuatro días en atravesar el Atlántico desde Bremerhaven (Alemania) hasta Nueva York. Eso fue en 1929. Un tiempo récord. El exitoso viaje inaugural del buque de vapor fue coronado con la Cinta Azul, el premio al barco más rápido en la ruta transatlántica. Hoy en día, la maqueta del buque hace todo lo posible por estar a la altura de su hermano mayor. En poco menos de cuatro horas, el pequeño «Bremen IV» atraviesa la ciudad hanseática del mismo nombre desde el museo de ultramar hasta el «Focke», el museo regional de arte e historia cultural. Ayudante del récord: la agencia de expedición Hasenkamp, especializada en el transporte de todo tipo de arte.

El favorito en el ámbito artístico.

Desde las obras de exposición de Anselm Kiefer, que pesan toneladas, hasta los complejos desplazamientos de colecciones enteras —como por ejemplo, desde el Louvre de París hasta su homólogo de Abu Dhabi en 2017—, Hasenkamp juega en lo más alto de la liga. Además, la empresa también gestiona el traslado de organismos oficiales, sistemas de elaboración electrónica de datos, laboratorios y archivos. Esto no tiene nada que ver con un transporte normal. Y ha convertido a Hasenkamp en una de las agencias de expedición más renombradas del mundo, sobre todo en el ámbito artístico.


Su fama también se hace notar en Bremen. Pero el transporte del pequeño «Bremen IV» también supone un pequeño desafío: el desconocimiento. Cuando Hasenkamp recibe el encargo, lo único claro son las condiciones generales. La maqueta tiene una longitud de casi cuatro metros y debe trasladarse de un museo a otro. «Nadie sabía decirnos cuánto pesaba el barco, si era hueco o macizo o si su estructura era muy frágil», comenta Anton Sindilj. «Y nadie sabía cuándo se movió por última vez ni cómo se hizo». Sindilj es uno de los ocho supervisores de arte de la empresa Hasenkamp. Su trabajo consiste en: trasladarse al lugar de los hechos antes de comenzar con el transporte para identificar todos los peligros potenciales a fin de que el objeto en cuestión llegue a su destino de forma segura. Así se hizo también con el «Bremen IV».

El experto examinó la caja de escalera del museo, contó los escalones y midió las esquinas y puertas estrechas. Pero si el barco pesaba 50 o varios cientos de kilogramos seguía siendo un misterio. Aun así, Sindilj debía actuar. Así que planificó seis portadores y un Atego. «Es la experiencia», dice con una sonrisa. Sindilj tiene 47 años y lleva trabajando en Hasenkamp desde hace 20.


De valor incalculable.

El equipo de profesionales llega a Bremen el día programado. Entre ellos estaba Arno Büchel, que llegó hasta allí en el Atego junto con Steffen Säwe. Ambos forman equipo desde hace un año. «Siempre hay dos personas en la cabina», explica Büchel. «Es una exigencia actuarial. Nuestro camión también cuenta con un sistema de aire acondicionado para el espacio de carga, suspensión neumática de 12 bares y protección de alarma. ¡Todo por el arte!». Arno Büchel también ha traído una caja de madera construida especialmente para proteger el «Bremen IV». «En Hasenkamp tenemos nuestra propia carpintería», continúa. «Podemos construir de todo: desde un sencillo embalaje de protección hasta una caja refrigerada ignífuga». Satisfacer las necesidades individuales de embalaje forma parte del servicio de Hasenkamp.

El resto de los ayudantes llegan en coche. Los hombres han venido específicamente desde Colonia, donde se encuentra la central de Hasenkamp. La empresa tiene 13 sucursales solo en Alemania y otras 19 en Europa. En Asia y Oriente Medio hay cinco emplazamientos más.


Asombroso. ¡Alto! ¡Atrás! ¡Al suelo! Durante el transporte de la maqueta del buque de 150 kilogramos de peso, cada movimiento se realiza con precisión.
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Hasenkamp ha crecido considerablemente desde su fundación en 1903. Y durante todo este tiempo siempre ha permanecido en manos de la familia. Actualmente, la empresa la dirige Hans-Ewald Schneider. Su hijo Thomas es la quinta generación que trabaja en la empresa. Se podría decir que Thomas Schneider se inició en el arte desde la cuna. Y lo lleva en la sangre como solo unos pocos. «Cuando aún era un adolescente, pude echar una mano durante el transporte del ejército terracota en Xian», recuerda. Thomas Schneider empezó a trabajar en la empresa familiar como ayudante desde muy joven. «He tenido la suerte de poder participar en transportes fascinantes, que van desde los hallazgos milenarios de ciudades sumergidas cerca de Alejandría hasta la Columna Bernward en la Catedral de Hildesheim», comenta. Esto hace que rápidamente adquieras una mayor sensibilidad acerca del incalculable valor del arte. Y la familia transmite estos valores a sus empleados. De los 250 empleados en Colonia —en todo el mundo son más de 1000—, 70 son conductores. «Y todos ellos reciben una formación especial como Técnico en Arte», añade Schneider. «Todos nuestros conductores reciben formación sobre el embalaje y transporte de mercancías valiosas y les concienciamos sobre la importancia del arte».

Seis de estos especialistas del transporte saludan a los directores de los dos museos y, después, se ponen inmediatamente en marcha. Ronda de consultas frente al «Bremen IV». Los hombres llevan jerséis de color azul oscuro y guantes de terciopelo blanco, lo que les da un aire de mayordomo. Y son igualmente cuidadosos. El barco se prepara con sumo cuidado para el transporte y se asegura con correas tensoras.

Primera estación: la planta baja. Aquí espera la caja de madera. Antes de eso, los seis portadores deberán dejar atrás sesenta peldaños y una estrecha escalera. Anton Sindilj respira profundamente cuando comienzan a levantar el barco. «Entre 150 y 200 kilogramos», estima. Acertó cuando planificó seis personas para el trabajo. Peldaño tras peldaño la maqueta se acerca a la caja de protección. Breves órdenes resuenan en el museo: «¡Alto! ¡Atrás! ¡Al suelo!» Cualquiera que haya participado alguna vez en una mudanza sabe que estas palabras no siempre surten efecto. Pero los hombres de Hasenkamp responden con acierto y el barco acaba de forma segura en el 'puerto' de madera. Una vez allí, se le añade una manta adicional hecha de almohadones, papel de burbujas y hebillas.

La carga de la caja en el Atego tampoco supone ningún problema. Y el «Bremen IV» inicia su viaje inaugural, igual que lo hizo en su día su hermano mayor. Una vez llegado a su destino, comienza el proceso inverso: se levanta el peso, se escuchan quejidos, se hacen pausas y se deposita de nuevo. «La caja añade otros cien kilogramos a la construcción», resopla Sindilj. Uno de los hombres se alegra: «Menos mal que hoy me comí un escalope».

Después de casi cuatro horas, el viaje ha terminado. La maqueta del barco ya se encuentra en su nueva ubicación en el Museo Focke. A babor, la inscripción «Bremen IV» brilla a la cálida luz del sol que entra por las ventanillas. El delicado mástil permanece firme. Los cordones dorados, que imitan a las cuerdas y sogas de los barcos, descansan intactos en su lugar. Los seis hombres se miran sonrientes y satisfechos. Una vez más, Hasenkamp ha sido fiel a su lema. «Lo mejor que le puede pasar al arte: ¡nada!»


Cuestión de honor. Arno Büchel se unió a Hasenkamp inmediatamente después de acabar la escuela, y se sigue sorprendiendo con cada una de las obras de arte que transporta de un lugar a otro.
Cuestión de honor. Arno Büchel se unió a Hasenkamp inmediatamente después de acabar la escuela, y se sigue sorprendiendo con cada una de las obras de arte que transporta de un lugar a otro.

Fotos: Sebastian Vollmert  

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